“¿Cómo le digo a María que estoy disconforme con su trabajo?”
"¿Cómo le digo a mi Jefe que no voy a poder hacer el trabajo que me pide?”
¿Alguna vez pasó por esta situación?
Cuando en nuestra relación con la otra persona hay situaciones con las que no estamos conformes o que deseamos que algo diferente ocurra, a veces nos resulta “difícil” sostener una conversación con ella, dado que nos inunda la ansiedad y el temor.
“En síntesis, tememos dañar el vínculo o que el resultado de la conversación nos lleve a una posición peor de la que tenemos ahora.”
Algunos aspectos que consideramos relevantes al momento de tener que sostener una conversación que sentimos difícil:
A) ASUMIR RESPONSABILIDAD
Efectivamente, antes de “mirar la paja en el ojo ajeno, revisemos la viga en el propio”. Eso significa preguntarnos:
¿Me estoy quejando o estoy efectuando un legítimo reclamo?
La diferencia no es menor, ya que la queja se refiere a una expectativa que yo tenía en relación a la otra persona y que nunca fue declarada explícitamente. En este caso, debo hacerme cargo yo mismo de mi decepción, dado que en realidad esperaba que la otra persona hiciera “una lectura de mi mente”. El reclamo proviene de un compromiso legítimamente asumido, en el cual explicité adecuadamente las condiciones de satisfacción, y la otra persona aceptó libremente satisfacer la misma.
¿He hecho seguimiento de los avances durante el proceso?
Es un viejo principio del Management, que delegar funciones de ninguna manera significa “desligarnos de la responsabilidad”. Es importante resaltar que el seguimiento que hago de lo que solicito demuestra mi compromiso por alcanzar los resultados. Asumir la propia responsabilidad es sincerarse también conmigo mismo “¿Qué podría haber hecho diferente? ¿Cuál es el aprendizaje que he realizado? ¿Qué acciones distintas tomaré hacia el futuro?”.
B) SER “CONSCIENTES” EN EL MOMENTO DE CONVERSAR
Es importante señalar que al conversar operamos en dos niveles diferentes:
"¿Cómo le digo a mi Jefe que no voy a poder hacer el trabajo que me pide?”
¿Alguna vez pasó por esta situación?
Cuando en nuestra relación con la otra persona hay situaciones con las que no estamos conformes o que deseamos que algo diferente ocurra, a veces nos resulta “difícil” sostener una conversación con ella, dado que nos inunda la ansiedad y el temor.
“En síntesis, tememos dañar el vínculo o que el resultado de la conversación nos lleve a una posición peor de la que tenemos ahora.”
Algunos aspectos que consideramos relevantes al momento de tener que sostener una conversación que sentimos difícil:
A) ASUMIR RESPONSABILIDAD
Efectivamente, antes de “mirar la paja en el ojo ajeno, revisemos la viga en el propio”. Eso significa preguntarnos:
¿Me estoy quejando o estoy efectuando un legítimo reclamo?
La diferencia no es menor, ya que la queja se refiere a una expectativa que yo tenía en relación a la otra persona y que nunca fue declarada explícitamente. En este caso, debo hacerme cargo yo mismo de mi decepción, dado que en realidad esperaba que la otra persona hiciera “una lectura de mi mente”. El reclamo proviene de un compromiso legítimamente asumido, en el cual explicité adecuadamente las condiciones de satisfacción, y la otra persona aceptó libremente satisfacer la misma.
¿He hecho seguimiento de los avances durante el proceso?
Es un viejo principio del Management, que delegar funciones de ninguna manera significa “desligarnos de la responsabilidad”. Es importante resaltar que el seguimiento que hago de lo que solicito demuestra mi compromiso por alcanzar los resultados. Asumir la propia responsabilidad es sincerarse también conmigo mismo “¿Qué podría haber hecho diferente? ¿Cuál es el aprendizaje que he realizado? ¿Qué acciones distintas tomaré hacia el futuro?”.
B) SER “CONSCIENTES” EN EL MOMENTO DE CONVERSAR
Es importante señalar que al conversar operamos en dos niveles diferentes:
1) Operativo (se refiere concretamente a la tarea que estamos coordinando con la otra persona. Ello implica eventuales desacuerdos con respecto a las causas que generaron lo que está ocurriendo y que es lo que debería pasar a continuación).
2) Personal (se refiere tanto a la identidad y autoestima de las personas involucradas, como a los vínculos emocionales entre ellos. Aquí surgen dudas sobre la calidad del vínculo que sostenemos, si estamos alineados en un objetivo común, si hay confianza y respeto mutuo. También trata sobre los eventuales riesgos que enfrentaríamos en el caso de trasmitir abiertamente mis opiniones).
Una “conversación difícil” es, precisamente, difícil porque nos sentimos amenazados en ambos niveles.
Muchas veces reaccionamos con una actitud defensiva, dejando al descubierto la peor parte de nosotros mismos.
En efecto, en el conflicto aparece “nuestra arrogancia” de creernos “dueños de la verdad”, buscando imponer al otro nuestro criterio, cerrándonos así a otras interpretaciones posibles.
También suele ocurrir que mezclamos “el hecho ocurrido” sobre el que deseamos conversar, con la persona con la que estamos sosteniendo la conversación. En este caso, solemos poner “intenciones maliciosas” en la otra persona que acentúa nuestra postura de rechazo y agresión.
Hasta que no aceptemos que somos parte del problema y decidamos poner el foco en reencauzar la situación, haciéndonos cargo de reparar los daños ocasionales que hubieran podido producirse, seguiremos desgastándonos en la búsqueda de un culpable, lo que redundará en pérdida de productividad y daños irreparables en el vínculo.
En definitiva, recordar que cuando apunto con el dedo índice buscando un culpable, hay 3 dedos que están apuntándome a mí.
2) Personal (se refiere tanto a la identidad y autoestima de las personas involucradas, como a los vínculos emocionales entre ellos. Aquí surgen dudas sobre la calidad del vínculo que sostenemos, si estamos alineados en un objetivo común, si hay confianza y respeto mutuo. También trata sobre los eventuales riesgos que enfrentaríamos en el caso de trasmitir abiertamente mis opiniones).
Una “conversación difícil” es, precisamente, difícil porque nos sentimos amenazados en ambos niveles.
Muchas veces reaccionamos con una actitud defensiva, dejando al descubierto la peor parte de nosotros mismos.
En efecto, en el conflicto aparece “nuestra arrogancia” de creernos “dueños de la verdad”, buscando imponer al otro nuestro criterio, cerrándonos así a otras interpretaciones posibles.
También suele ocurrir que mezclamos “el hecho ocurrido” sobre el que deseamos conversar, con la persona con la que estamos sosteniendo la conversación. En este caso, solemos poner “intenciones maliciosas” en la otra persona que acentúa nuestra postura de rechazo y agresión.
Hasta que no aceptemos que somos parte del problema y decidamos poner el foco en reencauzar la situación, haciéndonos cargo de reparar los daños ocasionales que hubieran podido producirse, seguiremos desgastándonos en la búsqueda de un culpable, lo que redundará en pérdida de productividad y daños irreparables en el vínculo.
En definitiva, recordar que cuando apunto con el dedo índice buscando un culpable, hay 3 dedos que están apuntándome a mí.
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